
Era un grupo bastante peculiar, una chica y tres chicos, cada uno de ellos tan diferente del otro que quizás por eso se llevaban tan bien. Todos pertenecían al mismo instituto aunque cada uno estudiaba en una clase diferente y un itinerario distinto pero algunas actividades en común les hicieron conocerse y formar una pequeña pandilla.
Sus gustos musicales completamente distintos, heavy metal, pop, rock & roll, y sus vestimentas acorde a esos gustos, desde la chaqueta de pinchos al tupé del rockabilly pasando por la vestimenta discreta de ella, femenina pero lo justo, nada para llamar la atención y para estar cómoda junto a ellos y en cualquiera de los locales que visitaran el fin de semana, porque claro está que tenían que visitar un local de cada estilo para que todos estuvieran contentos, eso era así a cada fin de semana que pasaban juntos.
El «heavy» era un chico que se le veía serio y con pinta de malote pero en cuanto hablabas con él te dabas cuenta de que era justo lo contrario de lo que aparentaba ser, buena persona, gracioso, amable…Un encanto de chico.
El «rockabilly» aún más serio que su compañero, poco hablador e introvertido, eran pocas las personas afortunadas en que les regalara una sonrisa y tampoco eran muchas con las que conversara, para mucha gente era «rarito» pero para sus amigos, para el que tenía la suerte de conocerle un poco más, era muy distinto.
El otro chico y la chica eran «normales» unos más del montón, quizás entre sí los más parecidos tanto en gustos cómo en aspecto, sin ninguna característica que resaltara en ellos, chicos educados, agradables con la gente, nada que destacara en especial.
A mitad de curso aproximadamente, el instituto organizó una salida de fin de semana a un albergue. Era en una sierra próxima a la ciudad en la que habitaban y allí tendrían la posibilidad de hacer rutas de senderismo, actividades varias y convivencia, compartir un fin de semana con todos los compañeros. Evidentemente los cuatro se apuntaron, la idea era genial y tenían muchas ganas de compartir algo más que la tarde de un sábado, ella ya había ido en cursos anteriores al mismo sitio y tenía ganas de volver a repetir la experiencia junto a estos nuevos amigos que anteriormente no habían podido asistir.
Salieron del instituto en el autocar y en un par de horas se encontraban en el pueblecito, con las mochilas cargadas en la espalda comenzaron a ascender la montaña en la cual en la cima se encontraba el albergue o refugio de montañeros. En una hora aproximadamente se encontraban en el sitio, desde allí habían unas vistas inmejorables, rodeados de pura naturaleza y el aire fresco que se respiraba.
El albergue tenía en la planta baja un salón donde se realizaban las actividades con una chimenea y unas mesas y sillas de madera rústicas y desgastadas por el paso de los años. A continuación se encontraba el comedor con mesas largas para poder acoger a todos los excursionistas y a su lado la cocina.
En la planta superior habían dos baños (en los que se tenían que hacer turnos) y dos habitaciones llenas de literas prácticamente pegadas unas a las otras, que sólo tenían el colchón y su funda, cada excursionista tenía que llevar su ropa de cama y un saco para dormir.
Ahí acababa todo, no había nada más, era lo justo que se necesitaba para hacer noche un par de días mientras recorrías aquella sierra, un lugar para desconectar y hacer algo diferente a lo que se estaba acostumbrado.
Llegaron, dejaron sus cosas en las habitaciones, cada cual la mochila en la cama donde iba a dormir y bajaron a la planta baja a hacer unas actividades, a continuación cenar y después una agradable charla y unas risas.
Ya era un poco más de medianoche cuando subieron a las habitaciones, ella se dio cuenta que bien por casualidad o no…su amigo el «rockabilly» se acostó justo a su lado. Nada más acostarse cómo era lógico empezaron los cuchicheos, las risas tontas, lo normal entre chavales de esas edades cuando duermen todos juntos hasta que un poco más tarde cayeron rendidos por el agotamiento del día. Todos no, la chica permanecía despierta y tardó poco en descubrir que su amigo también. En la poca luz que entraba en el cuarto pudo ver cómo él la miraba fijamente y tímidamente le comenzó a acariciar la mejilla, ella sorprendida le sonrió, era la primera vez que el hacía algo parecido, fuera de los dos besos en la mejilla a forma de saludo cuando se veían o despedían el fin de semana nunca había habido un acercamiento, si ella era tímida el aún lo era más. A la caricia de la mejilla continuó con una en la comisura de los labios y seguidamente sin parar de mirarla fijamente a los ojos, cómo pidiendo su aprobación, le sujetó suavemente la barbilla para depositar un beso en los labios al que ella respondió.
Tras ese beso llegaron algunos más y poco después una mirada cómplice y una sonrisa, para ella la más bonita que nunca le había visto, él pasó su brazo por debajo de la cabeza de ella y la atrajo hacia su pecho, le besó en la frente y ella se acomodó y así durmieron toda la noche, abrazados el uno con el otro.
A la mañana siguiente pasaron el día cómo hasta hora siempre habían hecho, con el resto del grupo cómo dos amigos más, con alguna caricia en las manos y alguna mirada especial pero nada que llamara la atención de ninguno de sus compañeros y fue cuando llegó la noche y se acostaron de nuevo cuando volvió la magia del día anterior, la escena se volvió a repetir hasta que les venció el sueño. A la mañana siguiente al abrir los ojos se miraron fijamente y sabían que ahí acababa todo, que volvían a ser los amigos que habían sido hasta ahora, que seguirían saliendo con la pandilla cómo si nada hubiera pasado y que esas dos noches que habían compartido se quedarían para siempre en el recuerdo de ambos.
Podría haber llegado a algo más ¿Quién sabe? pero los dos lo prefirieron así.
B.D.E.B.
