Después de aquellas palabras ella se acostó, habían sonado cómo pequeñas agujas que se le clavaban en el corazón, no mataban pero si la dejaban herida.
Ella hacía ya tiempo que se había prometido no volver a llorar por nada parecido, que las palabras no eran más que eso, palabras, pero aunque se acostó casi «tranquila», había cogido un libro para leer un rato y así despejar la mente y que le venciera el sueño pero no había conseguido ni lo primero ni lo segundo. Apagó la luz e intentó conciliar el sueño, no pudo.
Las palabras seguían resonando en su mente y ella intentaba convencerse que eran sólo palabras, que no tenían que doler, al día siguiente despertarian y las cosas se iban a aclarar, o no…
Ella ya dudaba porque esta situación la había vivido ya algunas otras veces, quizás más de las que se acordaba y aunque siempre se solucionaba todo, esta vez sentía que era distinto, quizás los años y que el carácter y la paciencia nos va cambiando, lo veía todo diferente.
Mientras ella daba vueltas, pasaban las horas y el sueño no llegaba nunca, sentía cómo él, al otro lado de la cama, dormía plácidamente cómo si nada hubiera pasado, cómo si con él no fuera la cosa, la había acusado de haberle amargado la noche pero sin embargo en apenas unos minutos ahí se había dormido tan tranquilamente.
Ella no pudo más y rompió a llorar y una vez comenzó ya sabía que no iba a poder parar, así pasó rato, mucho… En ocasiones parecía que se tranquilizaba pero al momento las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas, los sollozos, aunque ella intentara silenciarlos se oían en el silencio de la noche, y con alguno de ellos él despertó, no dijo ni hizo nada pero ella lo notó y esa indiferencia de que el no la consolara e intentara tranquilizarla con un abrazo, no necesitaba que pidiera disculpas, sólo un abrazo que no llegó nunca, eso le dejó a ella las cosas un poquito más claras aún, el sueño por fin la venció.
Mañana sería otro día…
B.D.E.B.
