
En un lugar del mundo, un país, una ciudad, una urbanización… los niños juegan tranquilamente en la pista de fútbol, de repente la mamá de uno de ellos:
¡Pedro! (por poner un nombre), deja de jugar y ven aquí, tenemos cita con el médico, te vas a poner perdido.
Pedro deja de jugar a regañadientes y se dirige hacía su madre:
-Mami, cuando salgamos del médico, si me porto bien, ¿me puedes comprar el juego ese de la «maquinita» que te pedí hace unos días?
-Buenos hijo, tú pórtate bien y luego ya veremos. Dice la madre, aún a sabiendas de que va a ser así, le cuesta negarle nada aunque sabe que no le está haciendo ningún bien, pero cómo la gran mayoría de los padres parece que dándoles lo que nosotros no hemos podido tener nos hace ¿más felices?….
Se montan en el coche y se dirigen hacia el centro de salud, al llegar allí se sientan a esperar su turno, mientras tanto el niño le pide a su madre el móvil para que la espera no se le haga «eterna». Al cabo de unos minutos les avisan que pueden entrar, Pedro apura hasta casi estar en la puerta con el móvil y entran a la consulta.
-Bien chaval, pues está todo correcto, nos vemos en unos meses ¿de acuerdo? Pedro le sonríe, no por lo que acaba de decir el médico si no para mostrarse en todo momento amable, un juego está en «juego».
Cuando salen del centro de salud, no tarda ni un minuto en preguntar:
-¿Me he portado bien mami? ¿Vamos a comprar el juego?
La madre claudica y van a la juguetería, una vez comprado regresan a casa y lo primero que hace Pedro nada más llegar es irse directo a la «maquinita» y cargar el juego, a los pocos minutos está fusil en mano (en la pantalla) matando todo bicho viviente.
Al otro lado del mundo, de donde vive Pedro y su familia, una madre sale a buscar a su hijo, lo encuentra en el descampado de enfrente de las casas jugando a fútbol con sus amigos, con una pelota algo cochambrosa y pinchada que habían encontrado unos días antes mientras paseaban por los alrededores del pueblo donde viven.
Cuando llega al lado de los chavales, la madre recoge al suyo y toman camino hacia el hospital para ver al médico para una revisión del chico.
Después de algo más de veinte minutos caminando llegan al sitio, entran a una sala de espera repleta de gente y se sientan a esperar que les toque su turno. De repente suenan unas sirenas alarmantes, ¡evacuación! A continuación un estallido enorme, todo se viene abajo. A las horas consiguen rescatar al chico y a su madre junto algún sobreviviente más (pocos). «Game over»
*Triste realidad la que estamos viviendo, está claro que los niños como Pedro no tienen la culpa, son sólo niños, ellos piden y nosotros satisfacemos, punto. Pero lo que también es cierto es que los chavales del otro lado menos culpa tienen de lo que hacemos los adultos, se merecen una infancia cómo la de Pedro, o al menos parecida, tienen que ser niños y no adultos a una temprana edad, no se merecen vivir todas esas atrocidades que están sufriendo, ni pasar hambre, ni vivir en circunstancias infrahumanas, deberían de tener todos las mismas oportunidades. A fin de cuentas son niños, no han hecho nada para tener que pasar por estas cosas, ya les llegará la edad de tener que pelear, luchar, sufrir, y un largo etcétera, pero no ahora…
B.D.E.B.
