Entre tanta tempestad llegan momentos de paz, de disfrute, de calma. Momentos de hablar, de dialogar y de hacer entender nuestras prioridades.
Descubrimos que acercamos posturas, que necesitamos lo mismo, que queremos lo mismo.
Estar con quienes aporten, quienes demuestran que quieren estar a tu lado, porque tú también les aportas. No se corresponde por obligación, correspondemos porque nos nace hacerlo.
Entre tanta tempestad llegan momentos de paz, sin buscarlos, simplemente porque quien bien te quiere hace que lleguen, que sean posibles, que te refugies en ellos como si de un abrazo se tratara.
Si hablamos de colores favoritos, el mio es el azul. Quizás porque es el color del mar, o del cielo, porque me transmite paz… me gusta el azul en cada una de sus tonalidades, más claro, más brillante, más oscuro.
Hay un tono azul que siempre me recuerda a dos personas, esos ojos que me maravillaban los de mi tío y de mi abuelo materno. Padre e hijo tenían esos ojos azules como un mar en calma y se podía ver a través de ellos.
Un tono un poco más oscuro me recuerda al mar antes del amanecer, o cuando ya cae la tarde y espera tranquilo que la luna se refleje en el.
El azul intenso me transmite algo más de sobriedad, pero casi diría que es uno de mis preferidos, con el que más me siento identificada.
El azul marino, un azul turquesa, celeste, cobalto, océano… una gama amplia de la que no descartaría ninguno.
De él dicen que es un color frío, sin embargo mientras escribo en el teclado del teléfono el color azul, me va saliendo justo esto 💙, será porque para mí no es nada frío, significa calidez, hasta el simbolito del abrazo que suelo usar está en azul 🫂
Hoy mientras miraba algunas imágenes apareció esta tomada hace un par de semanas, experimentando con la cámara del móvil, nada más verla me invadió una calma inmensa, me trasladé allí a esa mañana y a ese amanecer. Había otras parecidas, pero esta ganó la partida, los tonos azulados casi tirando algunos a morado por ese sol que amenazaba con salir de entre las nubes.
Después una intrusa se coló en una de las imágenes, quería robar el protagonismo a ese cielo y mar que tan bonito conjunto hacen.
¿Cuál es tú color favorito?
B.D.E.B.
A ti que hace muchos años que te perdí la pista pero no me olvido que todo lo pintabas de un azul Océano.
Siempre hay algún lugar que le tenemos un cariño especial, nos sentimos a gusto y nos gusta tomar un café o un refresco allí porque nos sentimos como en casa.
Ese lugar es donde suelo desayunar los domingos cuando termino mi paseo, está frente al mar y es un sitio distinto a otros, a mí me encanta ir allí, normalmente suelo ir sola y en pocas ocasiones en compañía. También alguna tarde he ido acompañada de mi marido y unos amigos que también les gusta el lugar, pero aparte de ellos nunca he ido con nadie más, no sé como explicar, es un sitio «muy mío» en el que suelo reflexionar bastante, a veces hasta escribir alguna entrada o leer también alguna, y no es de los que iría con cualquier persona, sólo quienes son especiales para mí.
Llevaba tiempo que a una amiga le había dicho que algún día teníamos que tomar allí un café juntas y hoy lo hemos podido hacer realidad.
Compartir los lugares donde nos sentimos tan bien, donde somos nosotros mismos, donde estamos como en casa, para mí es un lujo porque si ese lugar que ya es especial, lo compartes con alguien que también lo es, el resultado es pasar un ratito el doble de agradable y que eso se note en tu mirada, en tu sonrisa y creo que la otra persona lo capta, estoy segura de que lo ha captado.
Ha sido una tarde improvisada pero un reencuentro muy agradable y que de nuevo se ha hecho corto porque cuando estamos delante de un café, con personas especiales, nos gustaría que el tiempo pasara lentamente y aún así se nos haría corto.
Gracias por ese ratito y un placer compartir ese lugar contigo.
Discretamente mira hacia un lado y al otro, «ahora es el momento, no me ven» y uno a uno va cogiendo con ese pico fuerte y alargado las pequeñas bolitas de pienso, las traga mientras vigila atentamente que los gatos no se aproximen a reclamar lo que es suyo.
Es curioso porque me lo habían contado pero yo no lo había visto hasta hace unos días, en ese murete donde los vecinos dejan botellas de plástico recortadas y en su interior pienso para los gatos, ellas vuelan hasta allí y tienen lista la cena.
Estoy acostumbrada a verlas en el mar, sobrevolándolo, «pescando», en ocasiones peces más grandes que sus cabezas, las he visto «en reunión» en la arena (como si tramaran algo,ahí asustan un poco) pero ahora cada vez se ven más en la ciudad, algunas mañanas las veo volando cerca de casa y me sorprende, pero esto aún más.
Imagino que no consiguen suficiente sustento en el mar y les toca acercarse a la ciudad, pero después regresan allí, a su sitio, al mío.
Los días pasan y la herida en lugar de cerrar se abre un poquito más, sangra duele y tú la tapas para que no se vea, pero al final la camisa se mancha.
Algo invisible para algunos, capaz de verla para quien sabe mirar, por mucho que lo escondas ahí está, sin llegar a sanar.
Y el proceso será largo, duro, doloroso, con días en los que rías y otros que las lágrimas de sal no te permitan ni tan siquiera mirar.
Mirar a tu lado y observar que no estás solo, nunca lo estuviste, ni siquiera cuando no mereciste ni quisiste la compañía.
No lo estás ni lo estarás.
Tendrás quien te seque las lágrimas, quien te tranquilice los días de rabia, tendrás quien te escuche cuando necesites hablar, quien calle cuando no quieras escuchar, quien se siente a tu lado en silencio, quien te abrace cuando te sientas desamparado.
No estás solo…
Unos se fueron pero muchos se quedaron, yo me quedé…
No sientas esa soledad porque no estás solo, estoy a tu lado
yo que un día también supe lo que era estar en soledad…
Un rincón para pensar 