Este fin de semana, aprovechando que no tenemos ningún «evento» y puesto que va a ser el único en los dos meses que vienen, hemos decidido hacer una escapada e irnos al camping. Los chicos se quedan en casa y nos vamos los dos solos con el perrito.
Para mí, como ya he comentado alguna vez, el ir de camping es sinónimo de desconectar, así como me ocurre con el mar. Soy capaz de estar allí, echarme en una tumbona a leer, escribir y pasarme las horas muertas, hay a quien le parece aburrido pero yo siento que es necesario, ¿acaso leer aburre? entiendo que no a todo el mundo le guste pero no considero para nada que sea aburrido, al contrario.
Pero para mi marido la cosa es bien distinta, para él el ir de camping es sinónimo de compartir con los amigos, ¡ojo! que también a mí me gusta, creo que más de una vez he dejado constancia de ello, pero si vas un par de días de escapada pues considero que es eso, escapada, desconectar, sin visitas…
Pues nada más decidirlo y hacer la reserva ya había invitado a su hermano a pasar el día, ¡ja!.
-Espero que no te moleste.
A ver, que no me molestan las visitas sólo que esperaba un fin de semana tranquilo. Al final su hermano no podían venir (yo me alegro un poco) y ayer le escucho hablar con unos amigos diciéndoles que si les apetecía subir el sábado a vernos…No tiene remedio, él no sabe estar sin hacer nada, leyendo un libro, sin charlar con los demás (que conste que entre nosotros conversamos), él necesita cuando estamos allí estar rodeado de los amigos, la cervecita, una buena barbacoa y unas risas.
Visto así el plan tampoco está mal, así que ya vendrá después el ratito de que se vaya la visita y quedarnos solos para poder leer, conversar, jugar a las cartas… lo que surja y descansar también.
Espero que vosotros disfrutéis también del fin de semana, ya os contaré como ha ido.
¿Cuándo fue la última vez que corriste un riesgo? ¿Cómo te fue?
Decides volver a arriesgar, dicen que a la tercera va la vencida ¿no? Esta vez tienes la sensación de que va a ir bien, pero eso no impide que tengas miedo, no hay nada que te lo pueda asegurar y sabes que esa incertidumbre te acompañará todo el tiempo.
La primera dolió, la segunda tardó en superarse ¿y si hay una tercera? Sabes que si esto pasa te hundirá por completo y a la vez sabes que si sale bien te sentirás feliz, en una nube, completa…
Arriesgas de nuevo y ya no hay marcha atrás, al contrario tiene que ir adelante, lo deseas demasiado y de repente algo se tuerce, una vez más ese lugar, donde ya has estado, esta vez vuelves a casa y sólo te piden descansar, parece fácil ¿lo será?
No
Meses complicados pero parece que si, que esta vez es distinto, que va a salir bien.
Y un día notas algo y caen lágrimas de felicidad, aún así no quieres hacerte muchas ilusiones, aún falta mucho pero has superado lo que dicen que es lo peor.
Empiezas a sentir, cada día más y tu ilusión crece junto a él. Las primeras caricias, los primeros juegos y cada día tienes menos miedo.
Y llega el día, ese en el que sabrás si mereció la pena volver a arriesgarse, muchas horas, muchos nervios y por fin ahí está, tus lágrimas caen y en ese momento te das cuenta de que era necesario arriesgarse y seguro que lo volverás a hacer.
Esta imagen es de un cuadro comprado en la Mérida de allí, a un artista que pintaba en las calles y vendía sus obras a los visitantes.
Hace casi veinticinco años, cuando pasaba por un momento un poco delicado mi marido me propuso irnos durante poco más de un mes a su país de nacimiento, Venezuela. Como ya comenté en alguna entrada, el nació allí pero se vino a España con apenas cinco años y toda su familia materna vivía allí. Sus padres en esos años pasaban largas temporadas allí así que aprovechamos para ir a visitarlos a ellos, al resto de familia de su madre y hacer turismo por el país, puesto que yo no conocía aquello y él a malas penas le quedaban recuerdos.
Nada más llegar al aeropuerto de Caracas recuerdo que lo primero que sentí era un poco de miedo, el estar tan lejos de casa y en un sitio desconocido no me hizo sentir muy segura (y eso que en aquel entonces la situación nada tenía que ver con la de ahora), después de pasar todos los controles y a mi marido hasta ofrecerle si quería obtener la doble nacionalidad…llegamos a la salida donde estaban esperando los familiares. Saludé a mis suegros y a continuación me presentaron a un par de miembros de la familia, «Tato» que era el marido de una prima de ellos, era el encargado con su «camioneta» de llevar y traer a las personas al aeropuerto a diversas ciudades del país, ese era su trabajo, aunque en esta ocasión había venido a recogernos por gusto y por conocernos. Esa sonrisa eterna siempre en sus labios, ese andar relajado casi arrastrando los pies, era un bonachón que siempre estaba de guasa, en el tiempo que pude compartir con él (quizás con uno de los que más compartí, porque se encargaba en todos nuestros viajes de llevarnos a cualquier lugar) nunca lo vi enfadado, cuando surgía algún imprevisto siempre trataba de solucionarlo, pero nunca se enfadaba y si lo hacía lo disimulaba muy bien.
De ahí llegamos a la casa de «mamá Rosa» y el viejito Ali (padrinos y tíos de mi marido), allí en el patio de la casa, aparte de los anfitriones de la casa, estaba el resto de la familia, hijos, nietos… un montón de gente esperando a que llegaran los «españoletos» cómo nos llamaban de forma cariñosa.
Todos me miraban esperando ver mis reacciones ante las cosas, en unos días entendí que mi cuñada que había viajado el año anterior, no le gustaba nada de allí, todo le había parecido mal y el viaje no había sido muy agradable para ninguna de las dos partes, así que conmigo andaban con un poco de recelo, pero a los pocos días aquella familia era la mía propia, no sabían que hacerse conmigo, y recuerdo en especial que todas las tardes cuando «mamá Rosa» y sus hijas se ponían a preparar arepas en el budare (plancha circular que utilizan para cocinarlas), para todos los niños, ahí nunca faltaba una para mí, sabían que me encantaban y allí estaba yo cada tarde merendando en una gran mesa de madera que ocupaba el pequeño comedor, con todos los niños.
En ese viaje descubrí las maravillas que tiene ese país. Conocí playas y también montañas, Conocí la capital y pueblos pequeñitos, pero lo que recuerdo con más cariño es su gente.
Podría pasar horas y horas hablando de ese primer viaje allí (después volví dos veces más, hasta que aquello se puso bastante mal), pero si hoy he decidido hablar de aquello es porque esas malas noticias que me han llegado desde allí en estas semanas, me han hecho pensar mucho en aquel viaje, en la pena de no haber podido volver, en lo bien recibida y tratada que fui por todos y cada uno de los miembros de aquella gran familia, tanto de número cómo de corazón. Lo unidos que estaban, y que me consta que siguen estando, a pesar de que las circunstancias del país, haya hecho que hoy en día vivan algunos de ellos a miles de kilómetros de distancia de sus casas.
No sé si podría quedarme con un solo momento de los vividos allí porque fueron muchos y muy bonitos, pero hoy mi recuerdo es para aquellos que ya no están, Tato, el viejo Ali, Isra y Alejandro. En ese primer viaje nos organizaron una fiesta de despedido con unos mariachis cantando, en aquel entonces no se podía inmortalizar aquello tan fácil como hoy en día con un móvil, pero si os dejo una de las canciones que cantaron aquellos mariachis y que siempre que la vuelvo a escuchar me recuerda a ellos.
Muchas veces hablamos del dolor físico, de diferentes enfermedades más graves o menos pero el tema de las enfermedades mentales, en cuestión la depresión, está cada vez más a la orden del día y aún hay mucha gente que piensa que son tonterías pero es una enfermedad dura, que si no se trata bien, es bastante complicado salir de ella.
Hoy me han vuelto a llegar malas noticias desde el otro lado del charco. Hace tres semanas escribí una entrada «un beso al cielo» en la que hablaba de la muerte de una persona que conocí hace mucho tiempo en Venezuela y hoy me he enterado que su sobrino (también lo conocí) ayer justo que hacía tres semanas de la muerte de su tío, no lo ha podido superar y con poco más de cuarenta años se ha quitado la vida.
Sufría bastante a menudo de depresión y este palo que le ha dado la vida no lo ha podido superar, quería demasiado a su tío y su pérdida ha sido muy dura para su frágil mente.
Inmediatamente me he acordado de mi tío, que tampoco pudo superar nunca la muerte de su hijo en un accidente de tráfico y años después se quitó la vida también.
El otro día hablábamos con unos amigos precisamente de estas cosas, que a veces la persona manda señales, y si tenemos suerte de captarlas, podemos hacer algo para ayudar o al menos intentarlo, pero otras veces no hay nadie capaz de verlo, o la misma persona no deja que lo veas (mi tío esa misma tarde planeó junto a sus hijas todo lo que iban a hacer esa noche en las fiestas del pueblo, y por la tarde se quitó la vida).
La mente humana es un gran misterio y pocas veces sabemos a ciencia cierta lo que ocurre en la cabeza del otro, podemos intuir y así intentar ayudar, pero sólo si nos dejan.
Hoy de nuevo mando otro beso al cielo, por tí Alejandro, ya estás de nuevo con tu querido tío.
Un libro, un mundo nuevo por descubrir, nada más abrirlo el olor de sus páginas ya te transporta, sólo tienes que dejarte llevar.
El libro es esa aventura que soñabas desde niño, pero nunca llevaste a cabo porque ese espíritu aventurero se quedó por el camino, pero te adentras en su mundo y la vives en primera persona. Te pierdes en sus páginas y descubres mundos maravillosos, peligrosas aventuras, puedes ser un astronauta o quizás un forajido, puedes viajar por mil lugares, volar con tu imaginación, aunque al cerrarlo de nuevo te toca poner los pies en la tierra…
En el libro puedes vivir esa historia de amor idílica, esa que no siempre tenemos en la realidad pero mientras estamos sumergidos en su lectura somos capaces de estremecernos, de sentir, de dejarnos llevar y aunque sea por un momento ser los protagonistas de esas bonitas historias, que a veces llegan, otras son parecidas, otras se esfuman…
Esa trama de intriga, en la que estás deseando saber quién es el culpable y donde los «malos» a veces no se ven tan malos, pero al final terminan capturados por los «buenos».
Una historia de terror, porque a veces necesitamos sentir también el miedo en el cuerpo, quizás la lectura es la mejor forma de sentirlo, porque cuando te agobias mucho sólo tienes que cerrar el libro y todo desaparece, que bien si pudiéramos hacer lo mismo con nuestros miedos reales.
O quizás un cuento, esos que leemos cuando somos niños o que nos leen, siempre recordaremos ese bonito momento en que una madre o un padre se sentaron al lado de nuestra cama a leer (o inventarse) aquel cuento que siempre tiene un final feliz, aunque de adultos nos toque comprobar que la vida no nos da siempre esos finales felices.
A todas esas personas que nos hacen soñar, vivir cada una de estas historias, a esos poetas que nos hacen sentir mil y una sensaciones y a cada cuál más bonita, a aquellos que a través de sus letras también nos ayudan con el aprendizaje, los que nos muestran otros lugares del mundo y lugares que sólo existen en sus mentes.
A todos estos escritores, conocidos y menos conocidos ¡GRACIAS!, porque a través de vuestras obras podemos viajar y ser otros sin movernos del sillón.
Feliz día del libro a todos, y felicidades a todos los Jorge, Jordi, Gorka…