Refugio

Refugio

El autocar los había dejado al pie del camino para subir a la montaña, arriba se encontraba el refugio de excursionistas donde tenían que pasar las próximas noches.

Hacía muchos años que habían realizado esa misma escapada, siendo adolescentes, en el instituto y ahora, casi treinta años después, en una de esas reuniones que hacían cada vez que era posible juntarse un buen número de antiguos compañeros, decidieron volver a aquel refugio de montaña donde tan gratos momentos habían pasado.

Y allí estaban, subiendo por el camino de la montaña, cargados con sus mochilas a la espalda como en los viejos tiempos.

Esa semana había sido de locura, había estado en el trastero recuperando parte de las cosas que tenía guardadas de las acampadas, desde bien jovencita siempre que había podido había marchado aunque fuera un fin de semana, porque el contacto con la naturaleza, respirar aire fresco de la montaña, despertar con el piar de los pájaros, todo aquello le daba vida, y ahora por circunstancias y vueltas o revolcones que te da la vida, llevaba más de dos años sin poder hacer una escapada de ese tipo. Así que cuando lo propusieron los compañeros, no lo pensó, se apuntó la primera.

En el autobús, él se había sentado a su lado y pudo comprobar que seguía como antaño, poco hablador pero con una mirada que no necesitaba palabras. Le extrañó verlo porque casi nunca iba cuando quedaban y cuando asistía en terminar de cenar siempre se marchaba.

Y mientras subían por el camino, también seguía a su lado y ella comenzó a preguntarle como le había ido en todos esos años, él fue bastante escueto en sus respuestas, ella sólo sacó en claro que no se había llegado a casar, no tenía pareja y el trabajo le iba bastante bien. Ella le contó un poco sobre su vida, cuando él preguntó, «Y a ti,  ¿Cómo te ha ido?»

Siguieron subiendo la montaña callados mientras escuchaban las  conversaciones y risas del resto, lo único que hacían era cruzar miradas y ella sonreír, él seguía con esa media sonrisa que tenías que conocerlo para saber que esa era su forma de hacerlo, sólo en dos ocasiones le había visto una sonrisa «completa» y de sólo  de recordarlo, le invadió algo que no supo muy bien como interpretar.

Al llegar al refugio, cada uno dejó su mochila en una de las camas de las literas que habían en hilera y ella dejó su mochila en la cama de al lado de la de él, cosa que hizo que la mirara profundamente como si le quisiera dar las gracias.

Bajaron, la chimenea estaba ya encendida, preparando las brasas para preparar algo de cenar. Llegó la cena, la sobremesa y al poco todos a descansar, por la mañana tenían una buena ruta de senderismo y los no perdonaban, ya no eran unos chavales.

Cuando la habitación quedó en silencio, sólo se escuchaba el «respirar profundo» de muchos del grupo, él la volvió a sorprender, de nuevo una caricia en la mejilla, en la comisura de los labios y ella no dió tiempo a que él se acercara, fue ella la que acercó sus labios a los de él y los besó, se apartó un poco y pudo ver esa sonrisa completa, cómo la de aquella noche y él sólo dijo unas palabras «toda una vida esperando de nuevo este momento». Ella apoyó la cabeza en su pecho y él la rodeó con sus brazos, y así abrazados durmieron toda la noche.

A la mañana siguiente un «no me encuentro bien» y un «yo me quedo a cuidarle» sirvió de excusa.

Solos pudieron hablar, cruzar miradas, abrazarse y descubrir que aquellas brasas que un día quedaron en aquel lugar, les había bastado una pequeña corriente de aire para avivarlas y convertirlas en fuego, un fuego con la suficiente fuerza como para no ser apagado fácilmente.

El regreso a casa se convirtió en un regreso a la vida, una vida que años atrás dejaron a su suerte y de nuevo los había vuelto a cruzar.

B.D.E.B.

2 comentarios en “Refugio

Deja un comentario