
Hace ya algunos años, tuve una mala racha de salud, nada importante, pero durante poco más de un año visitaba el hospital bastante a menudo, entre pruebas, revisiones y alguna que otra cirugía, pero todo sin mucha importancia.
Y cuando uno se ve en esa situación, pues aunque sean pequeñas cosas, al final te cansas y terminas un poco, no sé bien como decirlo, «aburrida» aunque quizás esa no sea la palabra.
Casi siempre que iba de nuevo al hospital, al lado de una de las puertas de entrada, había un vendedor de cupones con su perro guía. Era un hombre joven, calculo que no más de 30 años, era ciego y aparte tenía también un problema en las manos, parecía artrosis, aunque por supuesto nunca le pregunté.
Siempre que te acercabas a él te saludaba muy alegremente, con una sonrisa enorme y cuando le comprabas el cupón muy agradecido, bromeaba contigo, te deseaba suerte y todo con esa preciosa sonrisa y ese tono de voz jovial, como si siempre estuviera feliz.
Recuerdo uno de los días que le compré un cupón (siempre que estaba allí le compraba, ya no por la suerte sino por él), ese día yo andaba un poco decaída, él me vendió un número y me bromeó con ello como hacía otras veces, le sonreí y entré al hospital sin quitarme las gafas de sol porque mis ojos estaban acuosos. Ese chico que probablemente se enfrentará día a día a muchas más dificultades que yo, que tenía un problema de salud que nunca se podría solucionar, y allí estaba, feliz (al menos por fuera) y dando ánimos y contagiando su alegría a todo el que pasaba por allí, y sin embargo yo, con unos problemas transitorios y poco importantes y parecía que el mundo se me había venido abajo, me sentí por un momento egoísta y me dije a mí misma que tenía que cambiar esa actitud, que tenía que tomar ejemplo de esa persona que a cada vez que lo veía, allí estaba, sonriendo a todo el mundo y hablándoles con esa alegría contagiosa.
Un día dejó de estar allí, nunca supe lo que le pasó o simplemente si cambió de puesto, no lo sé, lo qué sí sé es que gracias a él aprendí una lección y que a cada vez que me quejo o me siento mal por alguna cosa sin importancia, la imagen de él y su sonrisa aparecen en mi mente.
B.D.E.B.

Me parece un testimonio muy clarificador, y desde luego me lo apunto 🫂🫂🫂
Me gustaLe gusta a 2 personas
Te creerás que casi diez años después, cuando vuelvo al hospital siempre lo recuerdo con cariño. 🫂🫂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Debemos estar agradecidos de que existen personas de noble corazón que transmiten esa energía positiva necesaria para agradecer que seguimos vivos. Buen post. Una lección de vida.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ojalá todos los días nos encontráramos con gente como él, esa energía que transmiten nos llega muy dentro y hace que hasta el día cambie.
Un abrazo Manuel.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por ahora, como está el mundo, son casos excepcionales pero se dan.
Me gustaMe gusta