La maestra

La maestra

Sugerencia de escritura del día
Cuando tenías cinco años, ¿qué querías ser de mayor?

Cuando tenía cinco años no recuerdo muy bien si tenía ya alguna profesión en mente, pero si recuerdo que aún no habían construido en mi barrio la escuela infantil, el colegio comenzaba en primaria, pero dos calles detrás de donde vivía, había una maestra jubilada que daba clases en su casa.

Mis padres, y los de algunas de mis amigas, para que no entráramos al año siguiente en el colegio sin saber leer, escribir ni nada, nos llevaban a casa de esa señora, os podéis creer que no recuerdo su nombre, pero si su dulce voz, su cabello rubio ondulado y su cuerpo menudito.

Recuerdo cómo con paciencia nos enseñaba a mí y a otras tres amigas a leer y escribir en los famosos cuadernos de «rubio», tanto lo recuerdo que cuando se los compraba a mis hijos, siempre los «estrenaba» yo para explicarles y conforme dibujaba las letras me recordaba a esa niña tímida que se esforzaba por hacerlo todo tal cómo la maestra le indicaba, quizás en ese momento quise ser como ella, enseñar a otros, ayudar.

Aquello quedó en la infancia y sólo vuelve como recuerdos, bonitos y entrañables recuerdos.

Cuando tuve edad para decidir, tomé por otro camino, pero si pienso en lo que pensaba aquella niña, quizás esa hubiera sido mi profesión, y quizás por eso he admirado y admiro tanto a los profesores.

B.D.E.B.

Muchas cosas…

Muchas cosas…

Cuéntanos algo que la mayoría de gente no entiende.

Que toda opinión es válida, tanto como la nuestra propia, opinamos diferente, pensamos diferente, pero igual que nos gusta que respeten nuestra opinión o pensamiento, debemos hacer igual nosotros con los del resto.

Que en los sentimientos, también somos diferentes, hay quienes lo expresan con pasión y quienes lo demuestran discretamente, impulsivos y tímidos, quienes lo dicen con palabras y quienes son más de demostrar con hechos, quienes te comen a besos y quien con uno sólo te transporta a otro mundo, queremos diferente, pero lo importante es querer (y ser querido, sentirse querido).

Que muchas veces es preciso ponerse en la piel del otro, porque mirar sólo desde nuestro lado, no siempre es bueno, si cambiamos la perspectiva igual vemos las cosas de otra forma y entendemos el porqué de muchas cosas, de porqué al otro le ha herido esa «tontería» que has dicho, o porqué ha actuado de esa manera. Muchas situaciones en las que sólo podemos saber el porqué cambiando los personajes.

Que aprovecharse de la debilidad o el miedo de otra persona, está mal, muy mal, y en más de una ocasión se hace,a veces sin querer, otras queriendo…

Que cuesta muy poquito hacer las cosas bien, y si las hacemos bien, lo más probable es que las consecuencias sean buenas, y si no lo son, al menos siempre nos quedará la satisfacción de saber que hicimos lo posible porque así fuese, y si no ha sido, no es culpa nuestra.

Hay muchas cosas que deberíamos de entender (me incluyo) sencillas pero importantes, y sin embargo nos cuesta.

B.D.E.B.

¿Me permites?

¿Me permites?

Si tú me permites, me sentaré un ratito a tu lado, prometo no hacer ruido, estar en silencio, sólo notarás mi presencia por mi cabeza apoyada en tu hombro.

Así, perfecto, ya estoy acomodada, ¿ tú estás cómodo?

Ahora si quieres me puedes hablar, me puedes contar como te sientes o también quedarnos en silencio.

A veces las palabras sobran, sólo hace falta compañía, pero no una cualquiera, una que te sepa escuchar incluso cuando estás callado, que no te pregunte, que te abrace fuerte.

Hay días en los que estamos y nos sentamos, y acompañamos a esa persona, en silencio, sin perturbar, que nuestra presencia sea para acompañar.

Pero otras veces necesitamos apoyar la cabeza en un hombro amigo y tomar aire, y suspirar y si cae alguna lágrima que unos dedos en una delicada caricia nos la sequen.

¿Me permites?

B.D.E.B.

Relaciones marchitas.

Relaciones marchitas.

Este pequeño macetero no sé que le pasa, que cada planta que trasplanto ahí, se termina muriendo, mira que las cuido, las mimo, pero no hay manera de que sobrevivan.

Este domingo he hecho un último intento, para terminar de acomodar mi nuevo espacio de trabajo, le he dado una nueva oportunidad y ya os contaré como va.

Mientras la trasplantaba y pensaba en el porqué no sobrevivía ninguna, me vino a la cabeza algo que muchas veces, por más que cuidemos, mimemos y le demos cariño, tampoco sobreviven, me refiero a algunas relaciones, ya sean amorosas, de amistad o incluso familiares, estas últimas te unen por unos lazos que tú no has elegido, a veces llegan por un «pack» otras veces de nacimiento.

Soy persona de cuidar las relaciones, con algunas personas más que con otras, pero procuro cuidarlas, mimarlas, darles cariño y estar pendiente de que todo vaya bien, pero muchas veces las cosas no dependen sólo de una, la otra parte también tiene que querer.

En estos días, por varios motivos, en las conversaciones están muy presentes (más de lo que me gustaría) esas dos personas con las que «murió la relación» al igual que las plantas de ese macetero, pero hay personas que no lo entienden y se esfuerzan porque renazca esa relación, como si aquella planta hubiera dejado una semilla, sin entender que otros (yo misma) dejaré que esa semilla se la lleve el viento.

Hay personas que me caen mejor, otras menos, hay de quienes me gusta rodearme y busco hacerlo y otras que lo hago porque las circunstancias lo requieren, pero luego están esas personas que no quieres a tu lado, para nada, en ningún momento, en mi caso son las personas que sólo aportan maldad, que se acercan en su propio beneficio y no dudan en llevarse a todo y todos por delante, también en su propio beneficio. Aquellos que hicieron daño por verte sufrir, porque era lo que querían, porque les satisface el sufrimiento de los demás y se regodean de ello sabiendo que ellos son los culpables.

Esa relación murió como aquellas plantas, y se fue al basurero con ellas, no va a florecer de nuevo, ya no hay cuidados, sólo indiferencia y por mucho que otros lo intenten, este tiesto no admite ese tipo de semillas.

B.D.E.B.

Sanar(te)

Sanar(te)

Cuéntanos una habilidad secreta que tengas o que te gustaría tener.

No creo tener ninguna habilidad secreta, tampoco creo que tenga habilidades especiales aunque hay cosas que reconozco que se me dan mejor que otras, cocinar y algunas manualidades (por ejemplo) y si vamos a cosas más «emocionales», se me da bien escuchar, dicen que leer entre líneas, y estar. No lo considero ni secreto ni especial, es mi manera de ser.

Si me gustaría tener una habilidad, y es la de sanar cuando alguien que aprecio está herido, y no hablamos físicamente, pero eso imagino que sería más que una habilidad un superpoder, así que me conformo con intentar al menos hacer lo que si puedo, estar y escuchar.

B.D.E.B.