Después de un mes estupendo, de unas vacaciones que se han quedado muy muy cortas a pesar de haber estado más de un mes allí.
Creo que cuando lo estás disfrutando el tiempo pasa muy rápido, cuando te das cuenta es hora de recoger y de volver. Este año hasta la recogida ha sido divertida y amena, al compás del resto y compartiendo comidas, cenas y baños en la piscina para refrescarse y descansar un poco.
Con pena de que se haya terminado todo y sólo una cosa, bueno dos, ha hecho que el regreso me haya hecho llorar de felicidad, estar de nuevo con mi hijo mayor (aunque sólo sea a las horas de la comida y cena) y verlos a ellos con toda la libertad todo el día, sin ajustar su espacio.
Antes me tumbaba en el sofá y tenía a uno encima, ahora los tengo a los dos, encima, saltando, tumbándose a mi lado y disfruto, me alegran esta amarga vuelta, tanto que he pasado más de mediodía desde el regreso con migraña, ayer desde la hora de comer hasta esta mañana, y ahora aquí, con ellos tranquilos a mi vera (si me muevo los dos detrás) tengo que reconocer que tampoco se está tan mal.
Mañana cuando vuelva al trabajo ya se hará cuesta arriba pero hoy vamos a disfrutar de estos momentos.
Feliz domingo a todos, y si hay que llorar, que vuestras lágrimas sean de felicidad.