Los viajes largos en coche me gusta hacerlos a primera hora de la mañana, poco antes de que empiece a amanecer y así mientras el sol va avanzando, el trayecto también lo hace.

Los colores de esas primeras horas me parecen maravillosos, ese reflejo anaranjado en las nubes que hace que se vean flotando en el cielo. Todo un espectáculo mientras piensas en que te deparará el día, el viaje, ese que llevas varios meses preparando y que por fin ha llegado el día de disfrutar.

Cuando después de unas horas vas llegando al destino y ves como ese paisaje ha cambiado por completo del que tan acostumbrada estás de ver. La playa ha cambiado por enormes lagos, la sequedad de los montes por montañas completamente verdes, el calor húmedo por un calor más seco y unas noches refrescantes.

La primera impresión al llegar fue bastante buena esas casitas de piedra oscura y tejados de pizarra en esas montañas completamente verdes son una maravilla todo parece sacado de un cuento, y la compañía ya sabéis, la mejor.

Después de comer tranquilamente tocó ir de shopping, porque como suele pasar en los viajes, siempre se olvida algo y como no teníamos plan hecho para esa tarde pues aprovechamos, es la parte más material del viaje pero es también «obligatorio» en este viaje. Me encantó una de las avenidas adornada con globos de colores translúcidos haciendo de techo y que se reflejaban en la calzada como círculos de colores en movimiento, mucha gente eso sí, pero bueno, un paseo agradable.

A la vuelta al hotel, ya cena y un ratito de charla mientras los chicos estaban echando un billar y unos bolos. Quizás de los mejores ratitos del día, porque ver que están pendientes de cómo te lo estás pasando, que actividades o sitios te pueden gustar más, dice mucho de ellos.

Hoy de nuevo seguimos paseando y compartiendo, a ver que nos depara el día y si la lluvia no nos impide, que dan para esta tarde, os contaré.

Feliz viernes a todos.

B.D.E.B.