Un regalo inesperado

Un regalo inesperado

Sugerencia de escritura del día
¿Qué es la cosa más increíble que has encontrado (y guardado)?

Digamos que no me lo encontré, me lo regalaron y me encontré con la sorpresa porque no me lo esperaba y a día de hoy me emociona recordarlo y me arrepiento mucho de haberme deshecho de ello aunque en ese momento lo creí necesario.

Hace muchos años, en mi última etapa cómo estudiante, cursaba un módulo dirigido a las actividades socioculturales, en él teníamos que hacer prácticas en alguna asociación a modo de talleres, de manualidades, baile,… cualquiera de las cosas que nos iban enseñando.

Un grupo de compañeros y yo, decidimos hacer las prácticas en una asociación de etnia gitana y enseñarles a los más pequeños unos talleres de manualidades. Era un gozo ir allí y trabajar con los niños (a pesar de que siempre lo he dicho, no soy muy «niñera», me preocupo por ellos y no soporto que les hagan daño o que sufran, pero no soy de juguetear mucho con ellos), me hacía mucha gracia que me llamaban «maestra», claro que en el fondo íbamos a enseñarles cosas, por tanto para ellos éramos sus maestros.

En uno de esos talleres lo dedicamos a hacer cometas, en pareja nos juntábamos con un grupo de niños y hacíamos una por grupo. Tenía un compañero que para mí era muy especial (demasiado diría), en un accidente había perdido la movilidad de su brazo derecho, no podía hacer nada con él, pero tenía una capacidad de superación increíble, lo admiraba en muchos sentidos. Cuando terminó con su compañera de hacer la cometa con su grupo de niños, se puso en un ladito a hacer algo y cuando todos terminamos nos lo enseñó. Había hecho una diminuta cometa que no tendría más que unos 6 ó 7 centímetros, con su pequeña cola con lacitos y todo, una miniatura digna de admirar, no solo por el trabajo que ya de por sí llevaba, a eso teníamos que añadirle que el lo había hecho con su mano izquierda solamente y sin ayuda de nadie. Ni que decir tiene que todos le miramos admirados y emocionados y le pedimos que nos la regalara, pero él no quiso regalarla a nadie, imagino que para que el resto no se sintiera mal.

Un par de meses después, hicimos una comida de despedida del curso (estábamos ya a punto de terminar) en casa de una amiga. Estábamos parte de los que habíamos hecho las prácticas allí en ese centro y otra parte que no. Cuando terminó la comida me llamó aparte de todos, fuimos al pasillo de la casa y me entregó una cajita diminuta, no sabía que podía ser hasta que la abrí y allí estaba esa cometa en miniatura, las lágrimas se me saltaron, le abracé lo más fuerte que pude y no puedo explicar la emoción que sentí, después sólo hubo un gracias, un beso en la mejilla, una mirada y una sonrisa. No sé si ninguno de los dos se atrevió a nada más porque teníamos pareja y éramos demasiado jóvenes pare saber si merecía o no la pena dejarlo todo y intentar algo nuevo. El curso terminó y nos vimos después esporádicamente.

Yo guardé esa cometa muchísimo tiempo, mucho, sin que nadie supiera que la tenía. Cuando me casé se vino a mi nueva casa y siempre estaba oculta sin que nadie supiera de ella, ni siquiera mi marido. Hasta que un día, un amigo al que confesaba todo le conté la historia y como por aquel entonces esta persona era tan importante para mí, le dije que la guardara él, que cada vez que la veía me recordaba ese momento de debilidad que había tenido en el que hubiera sido capaz de dejarlo todo por este chico y me sentía que traicionaba al que ahora era mi marido y por aquel entonces novio.

Así desapareció ese objeto de mi vida y a día de hoy me arrepiento, porque la amistad con este chico se acabó (la amistad no era igual de importante para uno como para el otro), y nunca más le pregunté por esa cometa, aunque he tenido ocasiones pero sé que la respuesta es una que no me iba a gustar, así que prefiero imaginar que la sigue teniendo a buen recaudo, así como tengo yo ese recuerdo.

Nunca más supe de ella como nunca más supe de su creador, pero el recuerdo de ese día siempre me emociona.

B.D.E.B.

Envejecer juntos

Envejecer juntos

Photo by Magda Ehlers on Pexels.com

Ayer estaba en la oficina (los lunes trabajo desde allí), y tengo una ventana enorme sin cortinas, primero pensamos ponerlas, pero después lo dejamos así, al estar en alto no es fácil que nos vean pero nosotros si tenemos vistas a la calle, la carretera y nos entra más la luz solar, que parece que no pero te da vida, y lo que más me gusta es que hasta el cambio de horario podía ver como salía el sol.

El caso es que desde allí se divisa a la perfección un negocio de pinturas que tenemos justo enfrente, ves quien entra y sale y hasta se alcanza a ver a la gente en el mostrador. Ayer hubo algo que me llamó la atención, entró un matrimonio, unos abuelitos, y iban cogidos de la mano, no del brazo que es algo típico en ellos, no, cogidos de la mano como dos jóvenes que pasean su amor por primera vez.

Aquello me hizo sonreír y a la vez pensar, sonreír porque me pareció una estampa muy tierna y me dio que pensar en lo que antes duraban los matrimonios y lo poco que duran hoy en día, está claro que antes no existía el divorcio, más tarde estaba mal visto y ahora es lo más normal del mundo, te cansas y cada uno por su lado.

También es cierto que antes se aguantaba bastante, a veces mucho más de lo que se debería, tanto hombres como mujeres, pero principalmente ellas porque no trabajaban y era difícil empezar de nuevo una vida sin tener ese sustento.

En más de una ocasión me he encontrado con un meme de esos que dicen que hoy en día hay más divorcios porque antiguamente cuando algo se rompía se arreglaba y seguíamos usándolo, y que hoy en día lo que se rompe lo tiramos a la basura y compramos otro nuevo. No sé si realmente es así, habrá casos y casos, pero yo creo que cuando los dos están realmente enamorados, luchas porque ese amor no se acabe, porque la llama no se apague y hacemos frente a las adversidades para superarlo todo y seguir juntos, envejecer juntos.

La teoría es fácil, la práctica… a veces no reman los dos en el mismo sentido, uno quiere y el otro le da un poco igual, así el que quiere y rema para conseguirlo, al final se cansa de remar solo y deja que la barca vaya donde quiera, normalmente a la deriva. Otras veces son los dos los que ven que «se ha roto» y que no hay cola de contacto que pegue esa vasija que se encontraba llena de amor pero que al romperse en añicos es imposible volver a reconstruirla.

No siempre hay culpables (otras veces sí), y lo bueno sería seguir manteniendo una relación, de amistad y cordialidad por todo ese tiempo que nos hemos querido y ahora lo sigamos haciendo de otra forma, pero eso es quizás aún más complicado.

Nunca sabemos lo que va a durar cuando se empieza una relación, lo que si tengo claro es que ninguna es un camino de rosas, o sí, pero las rosas tienen espinas y se clavan y hay que quitarlas con cuidado, esas heridas normalmente curan y seguimos caminando. Otras espinas se clavan en el corazón y esas cuesta más de que curen, incluso muchas de ellas no llegan a hacerlo.

Aún así, seguiré emocionándome cada vez que vea a una pareja de abuelitos cogidos de la mano, o del brazo, sonriéndose, viendo el amor reflejado en esos ojos cada vez más pequeños, pero bien abiertos para que se pueda ver el brillo que desprenden.

B.D.E.B.

Amigos y enemigos…

Amigos y enemigos…

Hoy, revisando carpetas de correos en que tengo guardados hace mucho tiempo, me encontré con una historia que alguien me envió en su día, y que como muchos de los correos que me gustaban, lo archivaba en una carpeta y los dejaba como pequeños tesoros.

Algunos de estos correos eran relatos propios de amigos que tenían una imaginación excepcional (como muchos de vosotros), otros se decantaban más por la poesía (como mi amigo Javi, más tarde escribió un par de libros), todos ellos ahí siguen guardado y de vez en cuando, les echo un vistazo y me vuelvo a emocionar,o recuerdo aquella vez que lo recibí por primera vez,me acuerdo de aquellas personas…

Este es una historia que no sé quién la escribió, que era de esas muchas que se reenviaban a muchas personas, os la dejo aquí y os comento:



Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa.
Se llamaba Kile. Iba cargando todos sus libros y pensé: «¿Por que se estará llevando a su casa todos los libros el viernes?
Debe ser un «empollón». Yo ya tenía planes para todo el fin de semana: fiestas y un partido de fútbol con mis amigos el
sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino. Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él. Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Vi que sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él. Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi lagrimas en sus ojos. Le acerqué a sus manos sus gafas y le dije, «esos chicos son unos tarados, no deberían hacer ésto».  Me miró y me dijo ¡gracias!». Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud. Lo ayudé con sus libros. Vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada. Caminamos hasta casa. Lo ayudé con sus libros; parecía un buen chico. Le pregunté si quería jugar al futbol el sábado conmigo y mis amigos, y aceptó. Estuvimos juntos todo el fin de semana.
Mientras mas conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mi como a mis amigos. Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle con aquella enorme pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: «Hola, vas a sacar buenos musculos si cargas todos esos libros todos los días». Se rio y me dio la mitad para que le ayudara. Durante los siguientes cuatro años nos convertimos en los mejores amigos. Cuando ya estabamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo, a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. El estudiaría medicina y yo administración, con una beca de fútbol. Llegó el gran día de la Graduación. Él preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar. Kyle se veía realmente bien. Era uno de ésas personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos, se veía bien con sus gafas. Tenía más citas con chicas que yo y todas lo adoraban. ¡Caramba! algunas veces hasta me sentía celoso…
Hoy era uno de esos dias. Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije: «Vas a estar genial, amigo». Me miró con una de esas miradas de agradecimiento y me sonrió.»Gracias», me dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso: «La Graduacion es un buen momento para dar gracias a todos aquéllos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador… pero principalmente a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les voy a contar una historia». Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.
Aquel fin de semana él tenia planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y por qué llevaba todos sus libros con él para que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me miraba fijamente y me sonreía. «Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable». Yo escuchaba con asombro como este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad. Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud. En ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras:

«Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal.«

Es una historia que posiblemente no sea «cierta» sino inventada, pero si que es cierto que hay muchos (más de los nos gustaría) «Kyles» en el mundo y desgraciadamente no todos tienen la suerte de encontrar un amigo como el de la historia, cada vez se oyen más casos, también porque hoy en día nos enteramos de todo bastante antes, porque este tipo de «abusones» siempre los ha habido (más de uno seguramente de niños hemos recibido algún «piropo»de ellos), pero creo que esto es algo que habría que cortar de alguna forma por complicado que sea.

B.D.E.B.

Volver a vivir(lo)

Volver a vivir(lo)

¿Qué tiene de bueno tener un animal de compañía?

Hace casi un año contesté a esta pregunta, es más, aproveché la ocasión para cumplir una promesa a nuestro querido Joiel y contar la historia de la adopción del que fue mi fiel compañero. No sabía que en poco de dos meses lloraría su pérdida, un cáncer fulminante se lo llevó sin llegar a cumplir los cinco años.

El resto creo que lo sabéis, eso me dejó hundida y no veía como levantar cabeza, iba poco a poco haciéndome a la idea pero me sentía sola, mucho, las mañanas en casa se hacían eternas sin él a mi lado.

Y entonces pasó, una cosa llevó a otra y apareció Ares, las mañanas volvieron a tener alegría y las siestas también, y aunque mi recuerdo seguía doliendo  mi día a día se volvió más llevadero y lleno de esa alegría que sólo ellos tienen a cada vez que te ven, esos saltitos a modo de saludo, el tumbarse encima para reclamar tus mimos y el darte los suyos a cada momento.

Y cuando estaba ya loquita de amor por él, llegó ella, Hera, una diminuta revolución, todo lo que diga se queda corto seguro.

Ares se hizo mayor de golpe como si supiera que tenía que cuidar de ella, y así lo hace desde el primer día. Ella no para quieta, detrás de una trastada otra y a cambio aprovecha en cuanto me ve tumbada en el sofá, para tumbarse encima mía, ya sea en mis brazos, en una pierna, en el pecho…donde le pille. Si estás de pie da saltitos para que la cojas al brazo y es cariñosa hasta decir basta.

¿Qué tiene de bueno tener un animal de compañía?

Literalmente que te devuelven la vida, su amor incondicional, la nobleza y que siempre están ahí, pendientes de ti y descubren como nos sentimos antes que muchas personas. Se convierten en uno más de la familia, lo peor del 2024 fue perderlo, lo mejor que ellos llegaran a mi vida.

B.D.E.B.

Recuperar tradiciones

Recuperar tradiciones

Migas en proceso

Hará como unos dieciséis años, un grupo de amigos comenzamos a quedar una vez al año, en la casa de campo de uno de ellos y  normalmente en el mes de febrero para hacer unas migas y pasar allí el día.

Cuando comenzamos los niños eran pequeños, algunos ni siquiera habían nacido, por tanto hemos ido   reuniéndonos año tras año y hemos visto a esos niños ir creciendo hasta hacerse hombres y mujeres que son hoy en día. De los más pequeños nos hemos juntado allí con los embarazos, después bebés, niños correteando hasta caer agotados y ahora adolescentes.

Cuatro de las parejas éramos (somos) fijas todos los años y el resto van variando unos y otros, porque si cuadrarnos cuatro ya es complicado, si son ocho parejas como el día de hoy, ya ni os cuento.

Antes que nada decir que a mí no me gustan las migas (soy la única en casa que no las come), es de las pocas comidas que no me gustan, pero en estos casos la tradición es quedar para hacerlas pero sobretodo pasar un día todos juntos, porque es complicado juntarse y de esta manera cuadramos que día puede ser para que nos apañe a todos y lo marcamos en la agenda para que no se pueda sustituir.

Ensalada de tomate y capellán

El caso es que este año no se pudo en febrero y ha tocado ahora en noviembre, justo hoy.

Como siempre ha sido un día estupendo, un día de reencuentros con gente que hacía unos pocos años que no nos veíamos, las últimas veces hemos ido sólo los fijos, un día de no parar, de colaborar todos juntos y de ver a el grandullón de Maxi dándole a la pala para preparar migas para más de treinta (porque claro, ya no hay niños, ya comen más que nosotros).

Son días tan buenos que es una lástima que sea sólo una vez al año aunque lo importante es que al menos se siga la tradición y que al menos esa vez sigamos juntándonos, disfrutando del día, riendo, compartiendo y por supuesto comiendo esas comidas típicas de campo y que tan ricas están (yo las migas no las como pero si el acompañamiento 😉)

Todo el día compartiendo y la despedida ha sido con la promesa de buscar un día en febrero para hacer una calçotada, igual de una tradición sacamos otra más.

Mi amigo Maxi, el cocinero sirviendo

B.D.E.B.