Más de veinte años han pasado desde que visité esta zona y hoy cuando he vuelto a poner los pies en ella, parecía que no hubiera pasado el tiempo, ese día  nublado, con una fina lluvia que dejé un mes de agosto, volvía ahora un mes de octubre.

Los días así, aunque me gusten en mi tierra (quizás porque no llueve tan a menudo) me resultan un poco tristes, aunque hoy no lo fuera. Siempre viene bien una escapada aunque sea parte de trabajo y parte de ocio, así que no habían motivos para estar triste, tocaba disfrutar de los ratitos libres.

Esta tarde era uno de esos ratos, así que mirando lo interesante en un radio cercano, he ido a parar en una playa, raro ¿verdad?. Nada más bajar del coche he observado que nada tenía que ver con las que acostumbro a visitar, desde el paisaje, rodeada de montañas y bosques, a la tranquilidad en cuanto a personas se refiere, porque las olas golpeaban con fuerza y la brisa era mucho más fresca que la que estoy acostumbrada a sentir.

Desde lo alto y durante unos minutos la he observado, también a algunos surfistas que intentaban cabalgar las olas y creo que no importa el lugar donde uno esté, ni que el mar no sea el mismo, al final la mirada termina perdida en el horizonte y tú dejándote llevar.

Un primer día en tierras gallegas que me ha recordado mucho al último vivido en ellas, pero que también me ha hecho ver que los lugares cambian al igual que nuestras vidas pero siempre hay algo que permanece, nuestra esencia.

B.D.E.B.