
Ayer, desde mitad de la mañana, sentí la necesidad de acercarme al mar. Pensé que por la tarde, mientras el chico estaba en el kárate yo me iría un ratillo, no tenía pensamiento de caminar, a esa hora ya es de noche, pero simplemente sentarme allí, ver la luna reflejada y recordar los acontecimientos del día anterior, soltar, llorar si era necesario y reponerme después porque aún hay mucho que hacer y nadie lo tiene que impedir.
Pero como pasa en ocasiones, una cosa es lo que tenemos pensado y otra lo que al final acaba sucediendo, y justo antes de salir de casa, mis planes se modificaron porque alguien me lo pidió, así que me quedé un poquito con las ganas de esa visita al mar, y lo que es peor, soltar eso que aprieta la garganta, pero ya sabéis que los demás son muy importantes para mí, y no puedo dejar de acompañar cuando me lo piden (y cuando no lo hacen pero intuyo que lo necesitan)
Cuando pasan estas cosas, se te queda ahí unos sentimientos contradictorios, uno el haberte quedado con las ganas de hacer eso que te apetecía, que te era tan necesario (o al menos eso pensabas) y por otro lado la satisfacción de acompañar a quien te lo ha pedido. Pero también la vez te quedas pensando ¿Me lo ha pedido porque sabía que no era buena idea que fuera al mar? ¿Sabía que iba a ir allí a desahogarme y acabaría llorando?
En ocasiones las preguntas van con doble intención y, afortunadamente, no siempre esa doble intención es mala, hay quienes nos conocen bien y saben que cualquier cosa puede servir de excusa para hacer otra distinta y quien bien nos quiere, por mucho que el refrán lo diga, no busca hacernos sufrir, si lo hace es sin esa intención.
Accedí y el cambio de planes me hizo bien, estuvimos con un amigo y organizamos para esta noche que es su cumpleaños (uno de tantos que llegan, noviembre es mes de celebraciones incluido el mío, aunque hoy aún es octubre) después al llegar a casa me desahogué aquí, pero de manera distinta, ya no hubieron lágrimas, si pena y emoción al escribir, pero las lágrimas tocó tragarlas, al menos de momento…
Mis ganas de mar no se han marchado, pero ya tenemos aquí el fin de semana y aunque el sábado será un día un poco liado, el domingo espero poder madrugar para visitarlo, para pasear y perder la mirada, para dejar que la brisa acaricie el rostro y para ver ese reflejo del sol que parece que recarga por partida doble.
Dobles intenciones que en ocasiones nos salvan de sufrir y en su lugar nos hacen disfrutar.
B.D.E.B.

Pues leerte lo que me ha hecho pensar es que a veces el mar no está junto a la orilla sino que lo descubrimos en esas otras cosas y por las que nos dejamos arrastrar y que en el fondo nos hacen el mismo bien que se estuviéramos andando descalzos sintiendo a las olas en los pies. Así que aunque no lo creas si fuiste al mar 🫂😘☕🌊
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Quizás sea así, que hay otras cosas que nos ayudan aunque sea de una forma diferente, y sobre todo personas que hacen que los males (aunque no desaparezcan) se olviden por un ratito porque su presencia es justo lo que necesitamos, en la cercanía y en la distancia, tú lo eres también.
Y para recargar energía siempre una taza de café, a kilómetros pero siempre presente 🫂🫂☕️☕️😘
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Me a gustado mucho tú istoria y que alegría poder visitar el Mar me trae muy buenos recuerdos Cuidate mucho un abrazo
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Muchísimas gracias Rafael, a mí me han alegrado tus palabras.
Es una suerte tener el mar cerca.
Un fuerte abrazo.
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Si el mar hablara, que lo hace, pero de otra manera, sería el argumento ideal para más de un libro. Pero el que has escrito hoy es uno más en que haces planes y luego alguien te los modifica, pero si son para bien… bienvenidos. Buena tarde. Un abrazo.
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Creo que el mar nos contesta a su manera, hay días que llevamos una tormenta dentro y llegas allí y su calma nos tranquiliza y justo al contrario.
No tiene respuesta para nuestras preguntas pero ahí está escuchando mil historias de nuestros corazones.
Feliz noche Paz, un abrazo para ti también.
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El mar seguirá ahí, las ocasiones de hablar, de tener alguien cerca, son escasas.. diría que, con el pasar de los años, menguantes… mejor aprovecharlas.
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Pues creo que una vez más tienes mucha razón. Tenemos que aprovechar cada una de las ocasiones que nos brindan las personas para compartir, el mar puede esperar (ufff me cuesta decir eso), el mar siempre estará ahí, con suerte este domingo ¿te apuntas? 😉
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Qué bonita la fotografía ! las lágrimas q se nos quedan dentro suelen agujerear algo, pero es verdad q a veces , sentir q nuestra presencia ha reconfortado a alguien , le ha ayudado a sentirse mejor produce el mismo efecto en nosotros, así q creo q has hecho bien, el mar siempre estará ahí para ti , un abrazo !
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Así es María, acompañar también nos reconforta incluso hace que por un momento se nos olvide nuestras lágrimas.
Me alegra que te haya gustado la fotografía.
Un abrazo.
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